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Historia de la Virgen de las Virtudes

Roberto Esquembre Ocetta 7/12/2013 Imprimir | Agregar a favoritos

 

  Todo comenzó hacia 1474. El siglo XV estaba a punto de entrar en su último cuarto, cuando Villena, ciudad de gran importancia estratégica, situada en la comarca del Alto Valle del Vinalopó, capital del Marquesado que lleva su nombre, sufría como la mayoría de las ciudades occidentales por aquella época, una plaga terrible e incurable, llamada entonces peste, que llevó a la muerte a muchos de sus habitantes.

     La enfermedad se había extendido por toda la Villa y habían muertos muchos de sus ciudadanos. Ante el peligro grave de contagio, los villenenses abandonaron la villa y huyeron hasta la Fuente del Chopo, lugar de abundantes y limpias aguas, situado a varios kilómetros de la ciudad.

     Allí levantaron provisionales cabañas y chozas, con la intención de quedarse en ellas hasta que la peste abandonara sus casas, y poder volver a ellas. Pero la peste también les siguió.

    Desesperados por el avance de la enfermedad, los villenenses decidieron elegir un patrón a quien encomendarse y rogarle, para que pusiese fin a tal grave epidemia.

    Reunidos pues en asamblea, y tras reflexionar qué hacer, decidieron realizar una votación para que cada villenense adulto depositara en una urna una papeleta con el nombre del santo de su devoción y dejar que la suerte fuera la encargada de elegir el patrón o patrona que le defendiera de tan mortal plaga. Sin embargo, algo distinto a la suerte y más profundo que ella, parece que iba a funcionar en esta ocasión.

     Fue la mano de un niño la encargada de sacar la primera cédula. En ella se leía “María Santísima de las Virtudes”. La sorpresa fue generalizada, puesto que nadie había puesto ese nombre, así es que la operación volvió a repetirse.  Por tres veces consecutivas salió el mismo nombre, y por fin los villenenses interpretaron que la Virgen María quería ser su patrona bajo esa advocación. María Santísima de las Virtudes.

 


    Ya tenían patrona, pero ¿Cómo será la imagen de la Virgen de las Virtudes? Así es que decidieron nombrar dos compromisarios para que salieran de viaje a buscar su imagen y traerla a la ciudad. Y ocurrió, que antes de que ambos villeneros se hubiesen alejado de la fuente del chopo, se cruzaron con dos mozos extranjeros que portaban una caja, y dentro de ésta se hallaba una imagen de Nuestra Señora de las Virtudes, buscando un comprador. Con júbilo y ligereza volvieron para entregársela a sus paisanos, con la sorpresa de que cuando fueron a cerrar el precio de la imagen, los dos extranjeros habían desaparecido, dejando a los villeneros su imagen, cuyo rostro y manos eran morenas.

    Desde entonces, los hijos de Villena, poco a poco restablecidos y curados de la enfermedad, comenzaron a llamar cariñosamente a la Virgen, con el dulce y cariñoso nombre de “Morenica”.

      En ése mismo lugar se construyó una pequeña ermita,  donde los villeneros pusieron la pequeña imagen de la Señora, reconociéndola como su Patrona, hasta el año 1526 en que se construyó una iglesia mucho mayor, que diera cabida a los muchísimos peregrinos y devotos que la visitaban.

     Desde entonces, y hasta bien entrado el siglo XIX, existió junto a la actual iglesia, un hermoso convento habitado por religiosos de la Orden de San Agustín, que rezaban diariamente a la Virgen de las Virtudes por la ciudad de Villena y cuidaban del convento y de la iglesia.

    Los villenenses, agradecidos a su patrona, se ligaron a ella con dos votos perpetuos que se cumplen desde hace cinco siglos.

 

      Los votos comenzaron a celebrarse como acción de gracias a la Virgen por haber liberado a Villena de la peste. El primero tenía lugar el día 25 de Marzo, día de la Encarnación, y el otro el día 8 de Septiembre, coincidiendo con la festividad de la Natividad de la Virgen. En ambas, el Concejo Municipal daba de comer al clero, a los beneficiados y a los pobres. Como el día 25 de marzo solía coincidir con la Cuaresma y ésta implicaba hacer penitencia, ésta se pasó al segundo domingo de Pascua, y la segunda,  al domingo siguiente al 9 de septiembre, conocidos como “el día del voto” el primero y “el día de la esclavitud” el segundo.

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