Sólo comparable a los tesoros de las Tumbas Reales de Atreo y Agamenón que el bueno de Heinrich Schliemann encontró a finales del s. XIX en Micenas, aunque nada tiene que envidiarles, la visión del tesoro de Villena puede resultarnos aún más excitante que la de aquellos escondrijos fabulosos de piratas y corsarios repletos de lingotes, perlas y diamantes destellantes en la oscuridad de las cuevas.
Les hablamos del segundo mayor conjunto de orfebrería de la prehistoria europea y de la vajilla áurea más importante de España. Un tesoro extraordinario con 3000 años de antigüedad, datado a finales de la Edad del Bronce, por lo que pudo ser confeccionado por orfebres de la cultura argárica.
Esta cultura es considerada como la base indígena para hablar de la cultura íbera.
De oro puro labrado con refinados motivos, este exquisito conjunto, posteriormente hacia el año 1.000 a.d.C , fue ocultado,- celosamente por los pueblos que habitaron estas tierras en los albores íberos- en el interior de una vasija de cerámica en los parajes de la sierra alicantina del Morrón en Villena.
Desde entonces Villena y aquel oro están unidos por la historia de este extraordinario botín de cuyo hallazgo se cumple en este 2013 el medio siglo.
El Tesoro de Villena representa un hito arqueológico sin precedentes en nuestra península y es uno de los hallazgos áureos más importantes de la prehistoria europea que pone de manifiesto la importancia de la cultura que habitó en Villena entre mediados y finales de la era del Bronce.
HISTORIA DEL HALLAZGO
A punto de acabar el año 1963 en medio de un solar en obras en la ciudad de Villena, los obreros encuentran un brazalete dorado de un aspecto formidable. Se dirigen a la Joyería Esquembre que descubren atónitos el gran valor del objeto de medio kilo de peso en oro. Enterado del hallazgo José María Soler, delegado local del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas decide acertadamente excavar en el lugar de donde procedía la tierra que se había empleado en aquella obra. Un paraje cercano a Villena conocido como la Rambla del Panadero, en la Sierra del Morrón.
Al lugar acompañaron a Soler los hermanos Pedro y Enrique Domenech Albero acompañados de sus hijos que en aquellos días sólo eran unos niños con gran afición a la arqueología transmitida por sus respectivos padres quienes les hicieron partícipes de todo aquello. Ya unos meses antes, los pequeños estuvieron también presentes en el descubrimiento de otro áureo hallazgo cercano, de menor dimensión, con la mitad de piezas, pero de igual importancia arqueológica como el Tesorillo del Cabezo Redondo. Ahora los dos niños eran los primeros en dar a conocer a la población un hallazgo que se envolvió en una manta, atada con un cinturón y en un saco de arpillera para evitar que el continente se descompusiese.
“no era la primera vez que íbamos con Soler”, argumentando que sus padres “eran colaboradores habituales de él y sabían perfectamente como tenían que desenterrar materiales arqueológicos, así como respetar el lugar para que se pudiera investigar el pasado”
“No íbamos a por un tesoro”, puntualiza Enrique, mientras Pedro apunta “solo queríamos saber qué hacían esas piezas allí”. Su padre, uno de los hermanos Domenech, arañaba la tierra con una azada para removerla y ver qué podían encontrar. Todo se paralizó cuando la expedición escuchó el grito de Pedro Domenech: “Don José, aquí está”.
Enrique narra cómo, después de encontrar la vasija, “Soler nos manda con el taxi a buscar a Alfonso Arenas, concejal del Ayuntamiento de Villena, y a un fotógrafo, Miguel Flor”.
Soler y los jovencitos hermanos Domenech muestran entusiasmados el tesoro de Villena
Con 3000 años de antigüedad se trataba de una vajilla real de casi diez kilos de oro y unos seiscientos gramos de plata encontrada en el interior de una vasija de cerámica enterrada a poca profundidad en el lecho de la Rambla del Panadero. El conjunto estaba formato por sesenta piezas de oro de 23,5 quilates, en su mayoría cuencos, brazaletes, botellas, junto a tres botellas de plata, un brazalete de hierro, un remate de hierro con adornos de oro y un botón de ámbar y oro. Las piezas de hierro son las más antiguas aparecidas en España y corresponden a una fase, en la que el hierro se consideraba metal precioso y, por tanto, atesorable.
LOS ENIGMAS DEL TESORO DE VILLENA
Sobre el Tesoro de Villena siguen existiendo varias incógnitas.
¿A quien pudo pertenecer tan extraordinario tesoro, trabajado magníficamente hace 3.000 años, con alta perfección metalúrgica difícilmente imitable con la tecnología actual?
Sobre las preguntas más obvias al respecto de quienes, cuando y porqué enterraron tan rico tesoro, se han lanzado algunas hipótesis:
Desde el Museo de Villena los expertos han tratado de averiguar su significado pero la inexistencia de restos arqueológicos en las inmediaciones del lugar del hallazgo ha conllevado una serie de dificultades. Algunos parecen coincidir en que el tesoro pudo pertenecer a un Reyezuelo o Jerarca que lo ocultó por algún motivo desconocido.
Según Soler, su descubridor, estamos ante una ocultación realizada por un jerarca o por un grupo de individuos en un momento de peligro.
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“Los cuencos y las botellas podrían interpretarse como una vajilla de tipo religioso o de lujo de uso doméstico.
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Los brazaletes son objetos de adorno personal que conservan señales de uso.
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La existencia de un cetro quizás haga relación a la pertenencia del tesoro a un solo individuo o familia de alto prestigio.
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También puede tratarse en su conjunto de una dote femenina, o, de una acumulación de oro de un orfebre, etc.
En cuanto a la cronología, algunos investigadores, entre ellos Soler, aceptan como fecha de la ocultación el año 1000 a. c. Para defender esta hipótesis se basa en varias cuestiones como la tipología de la vasija utilizada para la ocultación, ya que el análisis de la pasta y la forma se corresponden con la cerámica local de los momentos finales de la Edad del Bronce.
Por otro lado, la presencia de dos piezas de hierro junto a otras de oro y plata, es fiel reflejo del valor precioso del hierro antes de su uso generalizado para la fabricación de armas y utensilios durante la Edad del Hierro. La introducción de este metal en la Península se relaciona con contactos mediterráneos que se inician alrededor del año 1000 a. c.
Otro indicador cronológico según Soler se halla en la correlación existente entre el Tesoro de Villena y el Tesorillo del Cabezo Redondo. Éste está fechado en el momento de abandono del poblado en torno al año 1000 a.c.
Los paralelos entre las joyas del Tesorillo – anillos moldurados y un fragmento de lámina con púas – y algunos de los brazaletes del Tesoro, le induce a pensar que se trata de dos depósitos efectuados al final de la Edad del Bronce”.
Lo cierto es que 50 años después de aquel magnífico y sorprendente hallazgo y a pesar de las incógnitas que siguen en el aire, no cabe duda que se trata de una muestra del riquísimo foco cultural y alto grado de refinamiento alcanzado por los jerarcas levantinos de la Edad del bronce.
El hallazgo tuvo una gran repercusión. Medios nacionales y por supuesto extranjeros de Francia, Alemania y los Estados Unidos se hicieron eco de la noticia.
El original se expone permanentemente en una vitrina blindada del Museo Arqueológico de Villena que celebra este año el 50 aniversario de su descubrimiento. Existen dos copias del conjunto que han sido expuestas en Madrid, Alicante, Tokyo y Kyoto. Desde 2005 el áureo conjunto es considerado bien de interés cultural.